La tarde de este domingo, el Presidente de la República, Gabriel Boric Font, junto al ministro de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, encabezaron un encuentro organizado por los capellanes católico, evangélica y judío de la Moneda, para reconocer el rol de las iglesias en la defensa de los derechos humanos en la dictadura en el parque La Castrina, comuna de San Joaquín.
La actividad contó con la presencia de más de 400 personas donde se reconoció el rol de la Vicaría de la Solidaridad, al Comité de Cooperación para la Paz (COPACHI), a la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC), el Servicio Paz y Justicia (Serpaj), y a Javier Egaña Baraona, por su rol en la Vicaría. Estas instituciones fueron fundamentales para visibilizar, documentar y dar asistencia jurídica, económica y emocional a los chilenos y chilenas que sufrieron persecución, violencia política y violación de sus derechos humanos.
“Hoy quiero a ese pueblo rendirle homenaje porque sé que hay mucho que aprender de la historia y de las personas que protagonizaron ese trabajo en los años oscuros y de quienes protagonizan ese trabajo también hoy”, señaló el Presidente.
En la oportunidad también estuvieron presentes Macarena Lobos, ministra (s) Secretaría General de la Presidencia, Cristóbal Labra, alcalde de San Joaquín, Nicolás Viel, sacerdote y capellán de la Iglesia Católica de La Moneda, Izani Bruch, obispa y capellana de la Iglesia Evangélica de La Moneda, Eduardo Waingortin, rabino y capellán del credo judío de La Moneda y Luis Le-Bert, cantautor, guitarrista y vocalista de la agrupación Santiago del Nuevo Extremo.
En 1973 tras el Golpe de Estado que inició la dictadura, al alero de las Iglesias Católica, Evangélica y la Comunidad Israelita se formaron dos comités para proporcionar asistencia a los perseguidos por el nuevo régimen. El primero de ellos, el Comité de Cooperación para la Paz en Chile (Copachi), se encargó de recibir a los chilenos que ya habían comenzado a acudir a la sede del Arzobispado en demanda de asistencia. El segundo, el Comité Nacional de Ayuda a los Refugiados (CONAR), administrado por las Iglesias Evangélicas, se concentró en la acogida de los extranjeros, extinguiéndose en agosto de 1974, para dar paso a una fórmula legal autorizada por la Junta Militar.
Por otro lado, durante sus 16 años de existencia, la Vicaría de la Solidaridad dedicó sus esfuerzos a otorgar asistencia jurídica, económica, técnica y espiritual a las personas perseguidas por el régimen militar y sus familiares, además de defender sus vidas y buscar la libertad de los detenidos. Recopiló información sobre torturas, muertes y desapariciones de los perseguidos políticos, hechos que denunciaba en sus informes mensuales y también en publicaciones como cartillas, libros y la revista Solidaridad. Todos estos documentos constituyeron parte fundamental de la memoria colectiva del país y le valieron ser reconocida popularmente como la “conciencia de Chile”.
Por otra parte, la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC), se creó en abril de 1975, como un organismo de carácter ecuménico cuyo objetivo central fue la defensa y promoción de los derechos humanos, en los ámbitos legal, social y de salud mental. El conjunto documental de FASIC forma parte de los Archivos de Organizaciones de Derechos Humanos de Chile reconocidos por la Unesco en el marco del programa Memoria del Mundo.
“En aquellos días, meses y años que siguieron al Golpe de Estado yo aún no estaba vivo, pero he tenido la oportunidad de conversar con mucha gente que vivió en esa época, se vio de frente el horror y salió lo peor, lo peor del ser humano. Pero también, como decía nuestro Ministro de Cultura, también emergió de nuestra comunidad lo mejor y lo más noble, eso de vivir en carne propia la solidaridad, saber que la existencia, la vida misma depende de la confianza en otro. Se hizo presente la amistad, el cariño al prójimo, el sentido de justicia, el riesgo desinteresado por un hermano o una hermana. Y en esa parte luminosa de la historia que es la que queremos rescatar, estuvieron las Iglesias aquí presente, muchas de ellas insertas en el mundo popular donde, a veces, el Estado no llegaba y en donde, todavía hoy, el Estado no llega. Y eso lo tomo también como desafío, porque recorriendo Chile me dado cuenta por ejemplo sectores de alto hospicio, por ejemplo, sectores de Alto Hospicio, por ejemplo, el Chile rural que no se ve desde Santiago, en donde el Estado no alcanza a llegar con sus herramientas y son las comunidades, muchas veces, de las Iglesias o la sociedad civil las que llegan antes”.
La ceremonia terminó con la interpretación de la Cantata de Derechos Humanos por parte de la Orquesta de Cámara San Miguel y el Coro de Vecinos y Pobladores Ecos de Esteban.
“Así como ayer las y los defensores de los derechos humanos lucharon incansablemente por la democracia, hoy de nosotros depende continuar esta tarea tan fundamental como permanente de construir una cultura que nos permita mirar el futuro con esperanza. No voy a descansar y voy a dar lo mejor de mí, y nuestro Gobierno, nuestros colaboradores no me cabe ninguna duda que también, para alcanzar ese horizonte. Un Chile donde el futuro sea sinónimo de libertad, de democracia y de respeto, de justicia y dignidad. Un Chile más justo, con memoria y con futuro donde todos y todas tengamos el derecho de vivir en paz”, concluyó el Presidente en su discurso.